Recuerdo una mañana de agosto en clase de optimist, cuando se acercó mi monitor Javi con la zódiac y dijo: “Hora de volver a puerto. Se acerca tormenta”. En ese momento, extrañado, miré al cielo y le puse objeciones alegando el buen tiempo y el abrasador sol que había en la Bahía de Palma. Seguro que muchas veces, sean o no gente aficionada al mar, habrán sentido u olido ese cambio de viento que indica que se avecina una buena tormenta. Ese momento en que tienes malas sensaciones ante un inminente chaparrón.
Les debo confesar que, en estos últimos días, vuelvo a oler ese viento. De que algo no va a salir demasiado bien. Los aires que se respiran no son los de una nueva etapa apasionante y esperanzadora. Más bien al contrario. Las expectativas están por los suelos, bajo mínimos. Respecto al tema catalán, parecía que con la elección del President Torra, se iniciaba un periodo de deshielo que pondría fin inmediato a la aplicación del artículo 155 y que permitiría una etapa de diálogo para encauzar el conflicto desde otras perspectivas. Esperanzas que se esfuman. Anhelos vacíos. Al mismo tiempo, el pasado domingo se presentaba en Madrid la plataforma España Ciudadana. Un mitin que podría haber firmado el propio Frente Nacional en Francia. Y que surge como respuesta para “combatir los nacionalismos”. Fíjense menuda paradoja. Combatir el nacionalismo con más nacionalismo. Un acto de reafirmación. Como en el Concilio de Trento, la reafirmación de los reaccionarios, como forma de superar los periodos de crisis y división. Al enemigo, ni agua. La máxima exposición del ‘a por ellos’. Si la Iglesia Católica hubiese adoptado una actitud más flexible y más aperturista, hoy, posiblemente seguiría unida. La reafirmación sirvió para confirmar la división, pero hacerlo con más apoyos en las filas internas. España vuelve a la misma disyuntiva.
Pero ya no tan solo por la improbable resolución satisfactoria del problema catalán. Los de la periferia española tenemos más motivos que nunca para seguir reivindicando una España diferente, más abierta, más plural y sobretodo más real. Una España que hoy en día se antoja más difícil que nunca. Centralismo, homogeneización y pirómanos. Menuda agenda reformista nos espera por delante. Disculpen la osadía, pero a la hora de reivindicar un futuro para mi país yo elijo uno donde no se señalen unos a otros con un “A por ellos”. Elijo un futuro donde los extremistas no gobiernan. Un futuro donde los pirómanos no lideran las encuestas. Un futuro complicado, casi utópico.
Volviendo a esa mañana de agosto, como podéis imaginas, al final la tormenta llegó. Y nos cogió justo cuando entrábamos en el puerto. Mi monitor Javi lo supo ver a tiempo. Su previsión evitó tener a treinta chavales de 12 años en medio de la bahía con mal tiempo. Se acerca tormenta de nuevo. ¿Habrá alguien previsor esta vez? ¿O nos encontraremos en medio de la bahía cuando la tormenta aceche?